martes, 12 de mayo de 2015

LA ANCIANA DEL PALENQUE


LA ANCIANA DEL PALENQUE 

Cuando yo era niño, había una señora que me daba mucho miedo. Tenía unas uñas enormes y un pelo desgreñado. Vivía sola. La gente decía que era una bruja. Yo que era curioso, pasaba por ahí  todas las noches a pesar de mi miedo. 
Siempre la miraba asomándose por unas verjas que parecían de prisión. La casa donde vivía le llamaban la casa del Palenque, siempre estaba oscura. 
Durante años fue así. Yo vivía a unos cuantos metros de aquella casa, sin darme cuenta de que aquella señora, no era otra que doña María, la del Palenque. Ella era costurera y también bordaba a mano. Ya ancianita caminaba agachada por problemas en la columna y eso le daba la apariencia de una jorobada. Todos los chavalos le teníamos mucho miedo, por tener un aspecto de bruja. Pero en realidad  era una persona inofensiva, sólo un poco seria y correcta en sus cosas. Se sentaba a la orilla de la ventana de su casa, donde su cuerpo bajo y encorvado sobresalía extrañamente. Su mirada tenía un silencio que asustaba.

Siempre tuve mucha curiosidad sobre ella, producto de mi miedo.  Recuerdo la tarde en que le tiraron piedras los chavalos del barrio el Consulado. La anciana lloró tanto que se sintió humillada y maltratada. Le habían rajado la cabeza. Ese día llegó la ambulancia y se la llevaron al hospital con un tremendo hoyo en el cráneo. Decían que había sido el Mongolo, hijo de doña Bertha, quien jugaba al escondite todas las noches cerca de su casa. Al Mongolo, a los pocos días le entró una tremenda enfermedad que lo dejo inválido. 
Luego de esto doña María se recuperó de aquel hecho tan doloroso. Siguió asomando su rostro en las ventanas de aquella casa antigua. 
Un día, mientras yo pasaba por la casa del Palenque, luego de unos años, doña María se asomó por la ventana  y me dijo con voz ronca: - Te parezco extraña y bruja ¿verdad? 
- No le dije.
-- ¿Me tienes miedo,verdad? 
 Volvió a preguntar.
-- Sí, le dije al fin.
-- Lo que no sabes es que sólo enfrentando el miedo se vence el miedo. 
Hubo un momento de silencio. 
Doña María chasqueó y abrió la boca de nuevo y dijo: -- Tú eres mi miedo y también mi luz 
como yo lo soy para ti. 
Me quede atónito. y me pregunté a mi mismo 
¿Tanto asustaré? 
Doña maría volvió a la ventana, dejo caer
un puñado de hojas secas y luego se sentó, asomando su rostro 
en la ventana.
- ¿Que  dejó caer doña María? 
-- Dejé caer un puñado de hojas secas. 
¿Y para qué?
para escuchar mejor el viento, esto me hace sentir viva.
Cuando dijo esto el viento se puso más fuerte, moviendo las ventanas. Doña María se sonrió y dijo: - Así se van nuestras vidas. Fue entonces cuando le pregunté -¿Por qué estaba siempre allí asomándose? Se acerco ami y me susurró al oído 
--  Es por que espero a una persona y ahora  quiero que vayas y me compres unas velas. 
Sí claro que sí,  le dije, cuando regresé con la velas doña María ya no estaba, le pregunte a los vecinos si habían visto a la anciana y lo único que escuché fue que doña María había muerto hacía mucho de una neumonía y que siempre esperó a alguien que le alumbrará la vida. 
Quedé sorprendido por lo que me habían dicho 
y me pregunte que hacer con las velas.    






      
   








se apresuró y me dijo: --No tengas miedo joven, ven y te contaré la historia de este lugar y te hablaré de los fantasmas del palenque, primero el del filibustero walker quien se refugió acá mientras se encontraba de retirada. Este se prometió volver a este lugar concentrando toda su atención en la casa, pasaba noches y días enteros en silencio, observando las paredes de este lugar, hasta que un  día se vio obligado a huir a Honduras donde fue fusilado, pero resulta que su espíritu sigue acá, asustando a los nuevos propietarios  y a los que se acercan a sus paredes. Yo ya no hago caso a sus terribles manifestaciones,  igualmente también se manifiesta el fantasma de la amante, y la de otros propietarios. Por allá desde los años 1800, se manifiesta el fantasma de la Fortuna. Pero bueno todos estos espíritus forman parte de esta casa junto conmigo. Sólo que yo conozco algo de los desconocido y extraño y quizás por eso también te parezca extraña y bruja.
Ese día me sentí más tranquilo y más intrigado en el misterio de aquella casa y de doña María. Me fui pensando en la historia de los fantasmas del Palenque y siempre que pasaba por ahí, doña María y yo pasábamos horas enteras hablando de los espíritus. Un día como de costumbre fui a dejarle a doña María una vela que siempre mantenía en su habitación de santos. Pero ese día doña María ya no estaba. Se la llevaron gravemente al hospital con una una neumonía, fue entonces cuando recordé aquel poema que doña María me había recitado en una tarde y decía así:

         --El otoño es
una lastima ocre 
ajada en la historia
de una tarde y que cruje entre los arboles


Un crujido  
en los tablones 
llamando el perfume de las hojas.

 un día en los almanaques,
haciendo adiós
entre las cosas.

Quizás una hojarasca,
desvistiéndose en la dicha oculta
de los viejos días,

Pero Otoño nos deja 
y nada queda...

En realidad sólo me fui caminando pensando en doña María y en aquel poema que me había recitado una vez. Recuerdo que se llamaba OTOÑO NOS DEJA. Los días pasaron y no sabía nada de ella, hasta que un día don Beto el vecino de enfrente me dijo: -- Sabes que doña María murió ayer, preguntando por una vela que ella misma deseaba encender. --!Como! --Exclame. no puede ser dije sorprendido. - Me dijo que te diera esta caja de fósforo si no llegabas a tiempo con la vela.
Me dijo que sólo una ves se vive, pero que mientras se mantenga la llama del recuerdo en los corazones de quienes amamos, nunca moriremos, que es el legado de gracias que dejamos a todos aquellos que quisimos en vida y que todos los demás que mueren sin amar, mueren solos y con el sello de la segunda muerte: el olvido. --Bueno, descanse en paz doña María dije, que la vida y su amor continúe en nuestros corazones. ¿y que hay con la casa del Palenque don Beto? 
- Se quedo sola sin doña María dijo. --No dije, se quedo con el vacío de los espíritus que nunca amaron la vida. 
Después de esta conversación con don Beto, siempre que pasaba por aquella casa, miraba o me parecía mirar una lucecita amarilla al fondo de la ventana que me hacía recordar aquellos versos de doña María.  
     
Después de la muerte de doña María, los espíritus de aquella casa nunca dejaron de manifestarse, pero la luz tenue de la ventana, aún sigue allí, pudiéndose ver sólo en noches estrelladas y claras. 
Cuando uno se acerca a la casa, la luz desaparece y sólo de lejos y no siempre se puede visualizar a Doña María como diciéndonos que aún sigue allí. 
















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